martes, enero 30, 2007

POÉTICAMENTE HABITA EL HOMBRE


Esto lo saqué de Puño y Letra, vale la pena leerlo.



Poéticamente habita el hombre
Nadie puede negar la influencia que ha tenido Martín Heidegger en el desarrollo de la filosofía moderna. A pesar de los relacionamientos que se han hecho de él con el nacional socialismo alemán, el espíritu universal de Heidegger ha sabido sobreponerse en el tiempo y ahora no se puede hablar del campo del pensamiento sin mencionarlo. A continuación un clásico para deleite de todos, gentileza de nuestro amigo Alejandro Llobet.





:: Martín Heidegger.


"Poéticamente habita el hombre." Que los poetas habitan de cuando en cuando poéticamente es en todo caso concebible. ¿Cómo, sin embargo, "el hombre", esto es, cada hombre y en forma permanente, ha de habitar poéticamente? ¿No queda la totalidad de habitar incompatible con lo poético? Nuestro habitar está oprimido por la necesidad habitacional. Aun cuando esto fuera diferente, nuestro actual habitar está acosado por el trabajo, es inestable por perseguir el provecho y el éxito, está embrujado por la afición a las diversiones y a las recreaciones. Y allí donde en el actual habitar quedan aún espacio y tiempo disponibles para lo poético, se realiza, a lo más, un ocuparse con lo estético, sea esto escrito o radiado. La poesía, o bien se oculta en un languidecer y revolotear que se malgasta en lo ficticio (Unwirkliche) y se la niega como una fuga en lo idílico, o bien se la considera como literatura, cuyo valor es estimado con la medida de la respectiva actualidad (Aktuafität). Lo actual, a su vez, está conformado y dirigido por medio de los órganos forjadores de la opinión pública civilizadora. Uno de sus funcionarios, vale decir, el promovedor e impulsador a la vez, es movimiento literario. La poesía, así no puede aparecer sino como literatura. Y cuando se la considera cultural y científicamente, entonces ella es objeto de la historia literaria. La poesía occidental corre bajo el título general de "literatura europea".Ahora bien, si la poesía tiene de antemano su única forma de existencia en lo literario, ¿cómo, ahí, ha de fundarse el habitar-humano-en-lo-poético? La palabra, el hombre habita poéticamente, proviene, además, sólo de un poeta, y precisamente de aquél que en su vida no supo arreglárselas. Es la manera de los poetas pasar por alto lo real. En vez de realizar (wirken), sueñan. Lo que hacen (machen) es sólo fantaseado (eingebildet). Las fantasías son tan sólo hechas (gemacht). El hacer (Mache) se dice en griego, ¿Ha de ser poesía y poético el habitar del hombre? Esto sólo puede suponerlo quien esté al margen de lo real y no quiera ver en qué estado se encuentra la actual vida histórica -social - lo que los sociólogos llaman lo colectivo.Sin embargo, antes que de un modo tan rudo declaremos incompatible el habitar y el poetizar, bueno será atender prudentemente a la palabra del poeta. Ella habla del habitar del hombre. Ella no describe estados del habitar de hoy. Sobre todo, no afirma que el habitar signifique lo que un habitamiento contiene. Ella tampoco dice que lo poético se agote en un juego irreal de la facultad poética de la fantasía. ¿Quién, entonces, entre los que reflexionan, se atreve a declarar, sin meditarlo y desde una altura un tanto problemática, que el habitar y el poetizar son incompatibles? Tal vez ambos son compatibles. Más aún: tal vez, incluso, uno lleva al otro, a saber, que éste, el habitar, reposa en aquél, lo poético. Por cierto que si tal presumimos, se nos insinúa entonces pensar el habitar y el poetizar a partir de su esencia. Si no nos cerramos a esta insinuación, entonces pensamos lo que en otro pasaje se nombra la existencia (Existenz) del hombre a partir del habitar. Con ello, en todo caso, dejamos pasar de largo la habitual representación del habitar, según la cual el habitar no es más que un modo de comportamiento junto a muchos otros. Trabajamos en la ciudad, habitamos, no obstante, en las afueras. Estamos de viaje y habitamos, entretanto, ora aquí, ora allá. El así aludido habitar es siempre sólo lo que un alojamiento contiene.Cuando Hölderlin habla del habitar humano, está viendo el rasgo fundamental de la existencia (Dasein) humana y divisando lo a partir de la relación con este habitar comprendido esencialmente.Por cierto que esto no significa que lo poético sea sólo un adorno y añadidura del habitar. Lo poético del habitar tampoco alude a que lo poético ocurra de algún modo en todo habitar. Mas, la palabra "... poéticamente habita el hombre..." dice: el poetizar deja, ante todo, al habitar ser un habitar. Poetizar es el propio dejar habitar. Mas, ¿por medio de qué logramos un habitamiento? Por medio del construir. Poetizar es, en cuanto dejar habitar, un construir.Así estamos ante una doble insinuación: pensar lo que se nombre la existencia (Existenz) del hombre a partir de la esencia del habitar; y pensar la esencia del poetizar como el dejar habitar, como un construir, tal vez, incluso, como el construir por excelencia. Si buscamos la esencia de la poesía conforme al sentido ahora nombrado, entonces logramos la esencia del habitar.Mas, ¿de dónde tenemos nosotros, hombres, la orientación hacia la esencia del habitar y del poetizar? ¿Desde dónde toma el hombre, en suma, la apelación (Anspruch) de alcanzar la esencia de una cosa? El hombre sólo puede tomar esta apelación desde donde él la recibe. El la recibe desde el requerimiento (Zuspruch) del lenguaje (Sprache). Por cierto, la recibe sólo entonces cuando y en tanto él ya atiende a la esencia propia del lenguaje. Entretanto circula un desenfrenado y a la vez hábil hablar y escribir y radiar de lo hablado por el globo terráqueo. El hombre hace ademanes como si él fuera forjador y maestro del lenguaje, en tanto que éste queda, no obstante, el soberano del hombre. Si esta relación de soberanía se invierte, el hombre entonces incurre en extrañas maniobras. El lenguaje se convierte en el medio de expresión. En cuanto expresión, el lenguaje puede caer en simple medio impreso. Es bueno, empero, que en tal uso del lenguaje se mantenga el cuidado del hablar. Pero esto no nos salva, sin embargo, de la alteración de la verdadera relación de soberanía entre el lenguaje y el hombre.

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